Art 3 DDHH: Vida, Libertad y Seguridad. 1/2

Sí, este artículo merece solo él al menos dos entradas, dos programas. En este vamos a centrarnos en la vida, derecho fundamental como ningún otro, y sin el que los demás son papel mojado, arena entre los dedos, simple declaración de intenciones.

Y sugen dos problemas con este derecho imprescindible. Uno es la imposibilidad de convertirlo en un elemento tan fundamenatal y básico que todo el mundo cumpla. El otro viene de este primero, y es el cuidado extremo que debemos poner a la hora de legislar sobre él.

Artículo 3.

Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.

Como vemos el texto diferencia ya ese gran matiz que existe entre los conceptos de individuo y de persona. El individuo hace referencia al elemento social, al proceso de especificación que sufrimos al desarrollarnos, eso que llamamos proceso de personalización, que lleva dentro un proceso de diferenciación, de individuación: Somos iguales pero distintos. Y es cada uno de esos individuos quien tiene derecho a .. la vida en este caso, por el hecho de ser persona, de esa dignidad que no podemos perder, que no la perdemos aunque queramos y actuemos de forma «inhumana».

Estaba claro que había que partir por reconocerle este derecho a la vida a todo individuo en la sociedad para que pudieramos avanzar en reconocerle otros, ya que sin este no hay nada más. Pero reconocer un derecho, no es que efectivamente no se conculque. El problema aquí, es que cuando se conculca, el individuo desaparece, la persona muere. Otros derechos al no ser efectivos pueden conllevar esta consecuencia final, pero en este caso la relación es directa e inmediata.

¿Cuándo, en qué circunstancias, podemos afirmar que no es efectivo este derecho? La muerte de alguien a manos de otro. El resto de circunstancias es cuestionable, pero esta no lo es. Cualquier medio que podamos plantear que acaba con la vida de otro ser humano, de otra persona, entra en este contexto. Y si bien todo parece muy claro, existe una circunstancia especial, la de los non-natos. Y aquí no voy a contentar a nadie, lo sé de antemano, pero desgraciadamente es lo que considero que tenemos entre manos, un dilema irresoluble. Irresoluble de manera satisfactoria para todas las personas que se lo plantean.

La existencia de la muerte, del asesinato, es algo que no se puede «prohibir», no existe un modo en el que se respete la libertad humana y a la vez impida definitivamente la muerte de una persona a manos de otra; a parte de que exista la enfermedad mental, existen muchas circunstancias que llevan al punto de la enajenación. Pero la existencia de los ejércitos presupone la existencia organizada y premeditada con el fin de matar a otra persona, aun en el supuesto de la defensa propia, aplicable a lo personal y a lo social. Como sociedad no hemos hecho nada para acabar con los ejércitos o para acabar con la fabricación de armas. Hemos fracasado desde 1948, al menos desde entonces, como humanidad, como colectivo, en el objetivo de reducir y eliminar el mayor motivo de muerte, las guerras.

Ciertamente hemos puesto ciertas dificultades, pero somos muy comprensivos, aceptamos con mucha facilidad la existencia de ejércitos y la de las armas, el concepto de defensa propia es el argumento estrella para evitar reconocer la importancia y necesidad de llevar a cabo este objetivo. Pero hemos puesto mucho esfuerzo en dificultar o eliminar la posibilidad de matar al indefenso.

Por mucho que la ciencia se empeñe no hemos conseguido ponernos de acuerdo en el momento a partir del cual una persona es tal cosa y no otra. A mi parecer, la mera posibilidad de que un cúmulo de organismos en evolución genere la existencia de una persona, ya es suficiente. Otras disquisiciones solo sirven para atenuar las posibles consecuencias que todas sabemos conlleva, y que no queremos admitir con facilidad. La cuestión es que mientras no seamos capaces de reducir al máximo las circunstancias que llevan a muchas personas a decidir abortar un proceso vital, primero no debemos criminalizarlo, y segundo no creo que debamos impedirlo dentro de unas determinadas normas. Y esto, desde mi punto de vista es terrible, pero tan terrible como tener ejércitos, o dejar morir de hambre a miles cada día sin cambiar nada nuestros hábitos. Ni más, ni menos.

Por tanto, la persona es un fin en sí mismo, está dotada de una dignidad que implica unos derechos, pero ya en el derecho fundamental debemos comenzar a transar, a negociar, porque hemos sido incapaces de hacerlo una realidad.

 

Universo Marvel 2ª parte

En mi anterior post (ya saben que pre-radiofónico) hablaba sobre Batman, en ese otro universo del cómic que es el de DC. Marvel ha seguido una deriva parecida al comenzar a cuestionarse los daños colaterales que se generan por las acciones de los héroes, y de la misma manera que Batman visualiza esos daños ocasionados por Superman, Ironman hace lo propioi con los ocasionados por el mismo y los Avengers.

Pero fuera de ese grupo (al menos hasta ahora) se encuentra un personaje muy particular porque quizás se trate de uno de los anti-héroes más claros de los últimos tiempos. Deadpool es un personaje que se puede calificar de «gamberro», está fuera de muchas de las reglas de lo políticamente correcto, es la antítesis de Capitán América, siempre tan «responsable» y dedicado al «bien» y al «orden». Siempre se sitúa en los márgenes de lo aceptado como correcto, y siempre va a actuar desde unos parámetros que para muchos lo sitúan entre los «malos».

photo5850429980905942612En principio debería situarse entre los X-Men, ese universo paralelo de Marvel que corre con su propia historia de mutantes marginados de la sociedad, pero su imposibilidad para ceñirse a unas normas concretas le dejan al margen de la escuela del Dr. Xabier. Y esa marginalidad nos permite abordar el tema de si su forma de actuar es responsable o no lo es.

Hay otra caracterísitica del personaje que lo hace muy especial, y es su comunicación directa con nosotras, rompe contínuamente con la cuarta pared, cosa que nos coloca en una relación muy especial con él. Nos implica en sus acciones, y de hecho es muy meticuloso a la hora de explicar su historia, y de explicar sus razones. Y su relación con el mal, con aquellos que actúan mal, irresponsablemente, es desde la comicidad, una forma de actuar responsable con su entorno.

Quizás lo más interesante sería preguntarse (y dejo la pregunta abierta esperando vuestras respuestas y reflexiones) si la responsabilidad es algo que parte de nosotros o que nos viene marcada por otros o por la sociedad.

Patrones adquiridos

Esta mañana me he encontrado con este acertijo, dilema o como queramos llamarle.

Al escuchar el «acertijo» me he preguntado:

¿Qué problema moral le surge a esta cirujana para no operar a su hijo?

Cuando he visto las reacciones de la gente que aparece, no daba crédito. A medida que he ido conociendo las respuestas de gente que conozco, me he tenido que preguntar:

¿Tan raro soy?

Mi educación fue la de cualquier españolito que cumplía 18 años en 1981. Quizás la única pista que encuentro fue la frustración que sentí al escuchar, cuando tenía 16, a mis padres asegurar que si hubiera sido chica hubiera sido diferente mi educación.

Y eso no significa que no esté lleno de tics heteropatriarcales. También es cierto que no me encuentro completamente a gusto en ninguna organización, escuela filosófica o metodología pedagógica; siempre encuentro aquellos puntos que me chirrían y me siento parcialmente fuera:

En el pórtico de la Iglesia, en los márgenes de la política, heterodoxo de las alternativas; quizás es un exceso de purismo, o de criticismo, o de inadaptación.

O que soy un discutidor, o la encarnación del Enanito Gruñón. O un metaadolescente, y por eso me encuentro tan a gusto entre ellas y ellos. Sea lo que sea, es cansado sentir la necesidad de decirle a los demás, con los que comparto Weltanschauung, lo que no comparto con ellos, de manera irrefrenable, imposible de contener, como si me fuera la vida en ello.

Universo DC 2ª parte: La culpa

La culpa es de esos temas que resultan complejos de tratar desde la filosofía, porque además tenemos un confuso concepto de ella, mezclado entre el derecho y la religión católica.

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Ese gran peso que arrastramos por lo que hicimos, o el resultado de un proceso judicial que nos carga con un delito o falta, es una cuestión que nos ha preocupado mucho, y que además no sólo es personal, sino que también puede recaer sobre una comunidad; vease el caso de Alemania tras los horrores del nazismo.

En el mundo del comic se ha puesto de moda últimamente que aparezca la culpa en unos personajes que normalmente nos llevaban por caminos ausentes de ella. El comic ha resultado bastante efectivo en transmitir una idea muy peligrosa de la violencia; que cuando se ejerce por parte de los «buenos», no existen daños colaterales. Hemos crecido junto a héroes que podían utilizar armas o vehículos en plena ciudad y no causar el más mínimo daño.

Y eso empezó a cambiar primero con las circunstancias personales de algunos personajes. Por ejemplo, Batman, que crece envuelto en la culpa y la rabia, y que se desarrolla como un alter ego de un millonario despreocupado y falto de criterio y valores. Pero es en estos últimos tiempos, y de la confrontación con Superman que se revela a través de sus ojos un cambio trascendental; ve el dolor y el sufrimiento causados por la despreocupación del héroe.

De pronto el mundo se torna imposible de gestionar para quien busca justicia, porque no se puede ser justo sin causar daño, y eso inmoviliza y frustra. Es fácil volcar esa frustración sobre el aparentemente despreocupado Superman. El mundo va a matar a Dios, como chivo expiatorio perfecto.

Bruce Wein y Batman se encuentran definitivamente en la encrucijada de no tener claro los límites del bien y del mal. DC nos pone ante la necesidad de buscar alternativas; o asumimos que no todo se soluciona matando al héroe, o nos enfrentamos a que solos no vamos a ser capaces de llevar la justicia a cada rincón. La primera solución, es buscar ayuda, y no afrontar el reto solos; el resto es difícil saber hacia donde irá. Pero el universo Marvel lo analiza de forma diferente, menos existencial, más pragmáticamente. Eso lo veremos la semana que viene.

Qué nos hace seres humanos?

Los avances tecnocientíficos nos han traído el genoma humano para que se convierta en la clave para determinar la clave determinante para resolver la pregunta inicial: tener una determinada combinación.

Pero como suele pasar con la ciencia, esta tesis rápidamente se convertirá en obsoleta por nuevos descubrimientos. Y además no responde a cuestiones fundamentales:

  1. Cómo se produjo el cambio entre las x especies y lo que hoy somos a nivel genético, que provocara la aparición de un lenguaje como el nuestro, un desarrollo cognitivo como el nuestro.
  2. Qué abandonamos en el proceso del cambio para convertirnos en lo que somos
  3. Qué seremos cuando dentro de un tiempo se produzcan inevitables cambios genéticos en nuestra especie

Los descubrimientos sobre nuestros orígenes y ancestros suponen una muestra tan reducida, que sacar continuamente conclusiones se ha convertido en una costumbre. En los 35 años que puedo contemplar hacia atrás en mi historia personal las transformaciones en las «teorías» sobre nuestros orígenes han sido brutales, qué decir si incluyera 2 generaciones hacia atrás.

La prudencia en ciencia no es frecuente si hablamos de responder a nuestro origen y creo que es porque el ansia de sustituir las respuestas mitologico-religiosas ha superado al propio interés del método científico. Así que debe ser labor de la Antropología y la Filosofía combinadas responder a estas preguntas yendo más allá del mero hecho contrastable.

De dioses y humanos: universo Marvel 1ª parte

El gran mito de la Modernidad, ese periodo que coincide con lo que se ha llamado Época de las Luces, la Ilustración, es el de que la Ciencia podría hacernos libres y absolutos conocedores del Universo, y por tanto dotados de un poder cada vez mayor. El ser humano contínuamente enfrentado a esa imagen de los dioses griegos, tan cercanos que podíamos tocarlos e incluso mezclarnos con ellas y ellos, pero a la vez con unos poderes infinitos.

Así, el siglo XX, con sus miedos a la destrucción total y a los enemigos que surjen tras cada esquina, introdujo esa situación en sus comics y Marvel apostó por la Ciencia como gran aliada y a la vez potencialmente enemiga. En el camino de darnos héroes que admirar se introdujo una variada colección de personas (hombres la gran mayoría) que o bien resultaban potenciados accidental (Spiderman, Ant-Man) o interesadamente (Hulk), pero que ponían sus poderes al servicio de la gente frente al mal, encarnado en similares malvados, que intencionada o accidentalmente adquirían unos poderes, siempre provenientes de investigaciones científicas.

Los dos personajes que se salen de esa norma son Iron Man y Thor. El primero porque es un hombre potenciado tecnológicamente, es el resultado de un corazón biónico y una armadura como si fuera un Mazinger Z tamaño natural. El segundo es un Dios, de una cultura que tradicionalmente ha generado mucho interés en la cultura anglosajona, la nórdica. Ambos van a servir de contrapunto al personaje estandarte de Marvel, Capitán América.

Este soldado enclenque es convertido en un superhombre dotado de múltiples poderes que le permiten cumplir su misión; luchar por el mundo libre contra los malvados que pretenden sojuzgarlo. Es un Prometeo moderno, que ha adquirido no solo los colores del país cuyos valores encarna, sino los poderes que tanto deseaban los humanos de la Grecia antigua ante sus dioses; unos poderes que les permitieran el asalto al Olimpo. Igual que Nietzsche declaró la muerte de Dios, Marvel se encargó de presentarnos que era posible para la humanidad sustituir a aquel gracias a la Ciencia, y un poco de ayuda de la magia robada a los mismos dioses.

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Comic y filosofía: Universo DC 1ª parte

El comic es una forma de expresión artística que ha alcanzado unos niveles de evolución tremendos durante el siglo XX, y con ello su capacidad de influir en la sociedad han sido equivalentes.

 

El cine de este comienzo de siglo ha convertido a los dos grandes monstruos de esa industria, DC y Marvel, en grandes maquinarias de producir pensamiento, de influir en las masas, y sobretodo entre los menores de 30 años. Pero ya en los comienzos de su desarrollo se buscaba intencionalmente esa influencia. Por ello me gustaría hablar hoy de Superman y Wonder Woman.

Ambos hijos de dioses o equivalentes, comparten una doble vida en la tierra que les lleva a mantener en secreto su verdadera naturaleza, pero el primero no deja de ser el equivalente de los dioses griegos, destructivo, condescendiente y protector, mientras que la segunda nos muestra que el verdadero objetivo es saber la verdad, no mata a sus enemigos y pretende que la humanidad cambie. El nacimiento como comic del primero se debe a la necesidad de elevar la moral de una nación sumida en la crisis económica y necesitada de líderes. La segunda, nace de la mente de un psicólogo, Marston, que quería transmitir los valores del feminismo y las capacidades de la mujer, que para él era imprescindible par aun nuevo mundo. Wonder Woman llegó a ser mucho más vendida que Superman, pero en 1945 cayó en desgracia por las críticas al erotismo y referencias a la homosexualidad y otras cuestiones delicadas en una época de persecuciones políticas en USA.

La transmisión de valores en estos dos casos es directa, y se ha mantenido en el tiempo. Curiosamente, en las películas más recientes del universo DC ambos personajes se muestran complementarios, y se les presenta como contrapeso a la otra figura relevante de esta compañía a la que dedicaré otro apartado, Batman.

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Merlí y la enseñanza

Hay ocasiones en las que el atrevimiento en las artes ilumina los caminos que se nos abren a la acción y al pensamiento, siendo su intencionalidad no necesariamente esa. Eso sucede en esta época con películas y series de televisión. Eso sucede con Merlí.

Merlí es una serie de TV3 que acaba de terminar hace una semana con la finalización de su tercera temporada. Un total de 40 episodios en los que un profesor de filosofía de bachillerato con maneras poco comunes se enfrenta a la tarea de volver a dar clases gracias a una sustitución, en una zona imprecisa de Barcelona y con un alumnado poco acostumbrado a tener sorpresas con el profesorado.

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He visto y leído varias críticas y comentarios a la serie, pero tienden a centrarse en la manera “especial”, “atípica”, “diferente” de dar las clases de este hombre a punto de cumplir los 60, y con una personalidad como poco, peculiar. Pero siendo un detalle importante, lo son otros elementos que habría que tomar en cuenta para poder valorar mejor las aportaciones, y también los peros de la serie.

A pesar de que creo que sobreabunda el sexo, es un tema tan recurrente en el medio audiovisual de España, que Merlí no escapa a ello, a pesar de ser una serie muy catalana, y no me parece realmente que entorpezca la comunicación de lo relevante, sino que incluso en algunos momentos ayuda. Lo realmente destacable en lo negativo desde mi punto de vista es la cuestión de la poca o nula diversidad entre las procedencias de las y los protagonistas. En el aula hay 11 chicos y chicas protagonistas y otros tantos que son de relleno; entre estas últimas hay gente de origen africano, asiático y posiblemente latinoamericano, pero entre el grupo principal, todas son españolas. Sólo la última incorporación a la serie, el personaje es una ucraniana adoptada, pero la actriz es local. Esto, en una Barcelona multicultural no parece muy adaptado a la realidad, y podría haber mostrado con mejor detalle las problemáticas de un grupo de jóvenes de 17 a 19 años, haciendo el bachillerato en un barrio de Barcelona con cierta diversidad de procedencias socioeconómicas.

El mayor acierto según la mayor parte de las críticas es mostrar que se puede enseñar la filosofía de otra manera, e indudablemente no voy a negar que es un factor muy importante para considerarla positivamente. La filosofía lleva demasiado tiempo siendo desconsiderada y reducida en importancia en los curricula escolares, y el modo de enseñanza del profesor que espera que se memorice y repita unos contenido que explica magistralmente, ya era hora que empezara a verse superado en las series de adolescentes al uso. Cada capítulo se dedica a un autor o autora, de diversas épocas, de Grecia a los días actuales. No sólo se incorpora a mujeres filósofas, sino que además se incluyen pensadores del presente, o por ejemplo de Asia. Cada capítulo va dando unas pinceladas de su pensamiento, que van a servir de canal para el desarrollo de la temática del capítulo, descubriendo los protagonistas la relación entre ambas cosas. Y las formas pedagógicas de Merlí, llevando a su clase al patio, a la cocina o fuera del centro a realizar la clase, encauzando la temática hacia las preocupaciones reales de quienes tiene delante, resultan sorprendentes ante lo que se encuentra normalmente, es cierto. Pero es que en lo filosófico, Merlí quiere fundamentalmente conseguir que esas chicas y chicos piensen, e incorporen la reflexión a su día a día, y eso es lo que más debería hacerse notar de sus formas.

Por otro lado, se ha criticado la incoherencia del personaje, la falta de cohesión entre el profesor y el hombre fuera del centro. Creo que precisamente este es un elemento clave para otro elemento que no se ha puesto en valor de la serie; Merlí no limita su actuación a su relación en el aula. Se preocupa por el día a día de quienes tiene delante, e interviene, se implica. De haber sido una persona perfecta, eso hubiera llevado a un personaje angelical, y por tanto poco real. Merlí es como sus alumnas y alumnos, imperfecto, con errores, con miedos y con incongruencias. Y en el paso de las 3 temporadas vamos a verle incluso en el centro de la segunda como duda de que esa implicación sea positiva, siente celos de otra profesora, y se retrae en su relación de proximidad.

El proceso educativo es en realidad mágico. Precisa de una constante puesta en juego de lo que cada una de las partes es, para que surja el milagro del aprendizaje. La memorización es fruto de la suerte o del esfuerzo; el aprendizaje es una reacción, química decimos muchas veces, en la que alguien cuenta y otro entiende, que no está falta de esfuerzo y concentración, pero que lo contingente es esto último, y lo necesario, la magia. Eso es lo que muestra perfectamente Merlí.

Iglesia y Estado

Llevo dos meses reflexionando sobre el concepto de lo común y como lo relacionamos con lo público, lo estatal y lo privado a la hora de nuestra comunicación habitual.

He de reconocer que no es sencillo hacerlo con el caso complejo de la Iglesia en su relación con el Estado en lo que se refiere en especial al caso español, que quizás se puede extender a muchos otros del occidente católico. El cristianismo es la fuente de la que surge la mayor parte del pensamiento occidental sobre lo común, ya que la idea de comunidad, de fraternidad y por tanto de uso y reparto de lo que tenemos a nuestro alcance proviene de la interpretación del Sermón de la Montaña y de lo que debió ser una consecuencia, la multiplicación de panes y peces. El pensamiento anarquista a través de aquellos que durante siglos reflexionaron sobre esto, llegaron a la conclusión de que la propiedad era la clave maestra de la construcción del sistema de exclusión que combinaba lo material, espiritual y familiar que ha llegado a nuestros días como el liberalismo capitalista.

La Iglesia como organización social y religiosa contiene todas las incongruencias posibles en su seno. Predica la pobreza (que algunos podrían denominar como decrecimiento o austeridad) y que todas las personas somos hermanas (somos iguales y con los mismos derechos). Pero a su vez exhibe el oro y los signos de poder de que dispone; tesoros culturales, sociales y artísticos. Esos que muchos piden que sean vendidos para que esa riqueza pase a ser repartida.

Se confunde la propiedad con la custodia, y el valor con el precio. Efectivamente todo ese poder (no el político ni el espiritual) debería ser común, pertenecer a la comunidad y poder disfrutar de él, sin que fuera signo de sometimiento sino de la grandeza del espíritu y el hacer humano. No debería ser de propiedad estatal, ni privada, por eso no debe ser vendido, ya que su valor es algo que solemos referir como incalculable. Nos pertenece como especie, como comunidad, y no debería pasar a formar parte del mercado que asigna precio a lo que no lo tiene.

Pero ciertamente debería darse el paso que implica el reconocimiento de que no es objeto de propiedad, sino usufructo de la comunidad de las personas que pueblan el planeta. De la misma forma que ya se ha dado el paso para aclarar las consecuencias de lo que en el Génesis significa nuestro entorno gracias a la encíclica Lautato si, donde nuestra casa, nuestro entorno, es usufructuado sin posesión, de la misma forma aquello que la Iglesia atesora y guarda debería pasar a ser de uso común. Las consecuencias culturales serían enormes, pero hay una consecuencia más que sería de un alcance aún mucho mayor.

A parte de las actividades espirituales y de servicio a la comunidad de los desfavorecidos, hay una actividad sumamente importante que se vería afectada por este cambio en la Iglesia, y sería en la educación. Poner al servicio de la comunidad toda esa gran cantidad de edificios, no solo los actualmente dedicados a la educación, sino todos aquellos que son dedicados a cuestiones mucho menos sociales, implicaría una apuesta por un modelo de educación, más allá del estatal, comunitario, realmente público, que pudiera gestionarse de manera social, llegando mucho más lejos que los actuales sistemas educativos estatales, que en algunos casos son realmente deficitarios, y quizás sirviera de ejemplo (otra de las vocaciones perdidas de la Iglesia) a los Estados en el camino de una gestión social y eficiente de lo común, favoreciendo de paso modelos educativos coherentes con ello, cooperativos y comunitarios.

Los caminos del poder siempre son complejos porque superponen los intereses al servicio, lo privado a lo común, lo estatal a lo público. Y los desvíos hay que decidir tomarlos.

Moral, Ley Natural y Tracendencia

Anteayer, Víctor Bermúdez, profesor de Filosofía en Mérida, publicaba en El Periódico de Extremadura un artículo a raíz de los estudios científicos que hablan del origen fisiológico y por tanto también en el tiempo, origen primate, de nuestra moral y nuestra ética.

Termina dicho artículo con el siguiente párrafo:

Una conclusión de todo esto es que resulta imposible sustituir la educación ética por psicofármacos (o por neurocirugía), o por una reflexión frente a la jaula de los primates. Además, esta imposibilidad es lógica, no fáctica. Por lo que es insuperable, y tan inmortal como lo son los dioses. Pero creo que insinuar la necesidad racional de lo trascendente como condición de la moral es más de lo que podría soportar un primatólogo materialista. Lo dejamos, pues, para otra ocasión.

Creo que el concepto de Naturaleza, en la acepción que nos lleva a pensar en la existencia de una Ley Natural, debemos extirparlo de nuestro vocabulario, con el fin de progresar en el camino por un lado de asumir nuestra parte biológica con todas sus consecuencias, pero también para poder aceptar que una persona humana tiene la capacidad de trascendencia, sino la necesidad. Y todo ello ayudaría de paso a que asumiéramos a nuestras hermanas no humanas dentro los criterios de convivencia que nuestro planeta demanda.